“Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él” (Hugo Landolfi).
A veces me asombro de ver cuán simple es el modo de aprender del ser humano, parece que realmente el psicólogo Iván Pavlov tenía razón en su teoría conductista cuando analizó el comportamiento como una construcción del entorno, como si no fuesemos más que unas máquinas a las cuáles se las puede programar para dañar o hacer el bien.
Al ver esto no puedo evitar el pensar como sería mi carácter o mi comportamiento de haber vivido en otra clase de hogar, de haber compartido otra cultura, otras costumbres o haber tenido otros padres, afortunadamente viví en un hogar donde las cosas eran generalmente tranquilas y civilizadas, lo que me permitió compartir un sincero respeto con los miembros de mi familia.
Naturalmente cuando somos niños la manera en la que aprendemos todo es por imitación, no es de extrañarse que a veces los niños en la casa tiendan a copiar comentarios o actitudes de los mayores por absurdas que sean o por más que ni siquiera las lleguen a entender, así es como resulta algo totalmente normal ver a un niño usando la camiseta del equipo del que su padre es fanático o haciendo comentarios despectivos del político de turno a quién sus padres detestan.
Afortunadamente puedo decir que en mi hogar nunca vi en mis padres conductas extremas como actos violentos, problemas con la justicia o consumo de drogas de la noche a la mañana, quizás por eso es que desarrollé con el tiempo algunos valores y principios, teniendo en mente cosas a las que guardo un profundo respeto y cosas por las que siento un profundo amor que no es canjeable por nada del mundo.
¿Pero que se puede esperar de alguien que nunca tuvo un ejemplo digno a seguir o que al menos nunca entendió de conceptos tan remotos como el amor o el respeto?
¿Somos acaso los seres humanos tan solo como unos simples y corrientes animales que pueden resultar buenos o malos dependiendo de lo que hacen de nosotros?
En las ciencias sociales es muy bien sabido que los hogares conflictivos y las parejas fanáticas de la pelea tienden a dar como resultado hijos o hijas con serios problemas y defectos en su conducta.
La verdad es que a veces me asombra ver como hay personas tan detestables que no se toman ni remotamente en serio el papel de ser padres y no entienden que el hijo que están manejando a las patadas y que seguramente ni desearon tener, algún día será un ser humano que formará parte de una sociedad.
Hay padres que con su ejemplo y conductas que pueden llegar a ser tan agresivas o descuidadas, indirectamente o no, están criando a su hijo como si estuviesen criando a un perro rabioso.
Pero más allá del ejemplo que puedan darle, de igual modo es el entorno del hogar lleno de tensiones hasta más no poder, lo que terminará convirtiendo al niño en una criatura estresada como si fuese un animal enjaulado que algún día de estos usará los colmillos contra alguien.
De acuerdo a un estudio del Instituto Nacional de Justicia en los Estados Unidos, los niños abusados o descuidados tienen más probabilidades de ser arrestados por actos criminales antes de llegar a la mayoría de edad, más probabilidades de ser arrestados por actos violentos o criminales como adultos.
Pero el entorno toxico no siempre puede estar limitado al hogar, aunque sea el más importante, otros ambientes como la escuela o la prisión (que a veces no son tan diferentes), de igual modo terminan agregando algunas piezas claves para formar el rompecabezas que conforma al ser humano. En el caso de la prisión es curioso ver como ingresan ahí a personas consideradas como “violentas” con el fin de corregir su conducta en un ambiente totalmente agresivo y peligroso que terminará enfermando aún más sus mentes, sin mencionar que ahí lograrán perfeccionar sus conductas antisociales aprendiendo de otros convictos.
Recientemente una cárcel en Europa que, a modo de experimento psicológico, se caracteriza por dar un muy buen trato a sus convictos como habitaciones privadas, canchas deportivas y buena comida, obtuvo resultados favorables en cuanto a las buenas conductas que mostraban sus ex presidiarios tiempo después de cumplir su “condena”, comprobando que gracias a este muy extraño método de “consentimiento" o "ambientes positivos", muchos de sus recluidos abandonaron las conductas criminales.
Con todo esto no intento justificar las malas conductas de la gente culpando directamente a sus malas influencias tanto dentro de su familia como en la sociedad en la que viven, sin embargo, después de todo lo mencionado podemos ver cuán importante es el entorno en el ser humano y como a veces por más inteligentes y razonables que aparentemos ser, al igual que un perro podemos ser entrenados para convertirnos en criaturas pacíficas, o por el contrario, en criaturas violentas a las que les han llenado la cabeza con pura basura y trístemente no conocen otra manera de ser que la que aprendieron de su entorno y de sus semejantes.
Al pensar sobre todo este asunto recordé la famosa balada metalera “18 And Life” de la banda Skid Row:
Ricky era un chico joven,
él tenía un corazón de piedra
vivía de 9 a 6 trabajando
hasta que sus dedos acababan en el hueso
Apenas acababa de salir de la escuela,
ha venido de las afueras de la ciudad
Luchó como una navaja de muelle
para que nadie pudiera hundirlo
No tenia dinero... no era bueno en casa
Caminó por las calles como un soldado
y luchó solo contra el mundo…
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